Son muchas las voces de nuestros familiares que nos dicen una y otra vez que lo tenemos todo, que somos una generación con suerte, que no sabemos lo que se sufría antes y lo que se hacía por sacarlo todo hacia adelante. Está claro que jamás podremos comprender una generación que sufrió la cultura más dictatorial y vivió la liberación de un pueblo que se unió tras la muerte de un loco con aires de grandeza que llevó a un país a lo más fondo del pozo. No vivimos la lucha autonómica, luchas sindicales, el trabajar a destajo por comprar comida a esas familias tan numerosas que ahora dejaron de existir. Está claro que son muchos los problemas que sufrían y desde su pensamiento no comprenden los problemas de esta generación que llena bares, abusan de las drogas y duerme en casa mientras la vida sigue pasando sin ellos o ellas abren los ojos para plantarle cara a un mundo lleno de murallas. Soy el primero que afirma que tenemos más facilidades, que nunca nos faltó el plato de comida (al menos a los que nacimos en este lado de la frontera y no a diez kilómetros de aquí), pero no hay que decir con tanta facilidad lo fácil que los tenemos.
Nunca podremos decir que corrimos de los grises o tuvimos que partirnos la cara por lograr un pedazo de pan. Pero sin querer desprestigiar la generación de ahora también sufre. Ahora no corremos de los grises sino de unos hombres sumidos en un poder que le da un mono azul que golpea sin pudor a los que luchan por su comida y su libertad. Llenamos colas interminables en busca de un derecho que parece que en vez de acercase cada día vemos más y más lejano. Un trabajo en el que sentirnos satisfechos y poder empezar a pensar en ser independientes del nido que cada día nos da la comida. Pero que lo más que llegamos a disfrutar son contratos precarios que nos dan esa generación que se enriquece de la escacez que nos ha tocado vivir. Sufrimos las tentaciones de un mundo tecnológico que nos intenta comer la cabeza, de una tele basura que nos acompaña en cada rato delante de la televisión, de revistas que hablan de vidas ajenas a nuestro futuro. Siempre nos encontramos puertas cerradas en cada paso que intentamos dar, puertas que hay que luchar por encima de todo para intentar desencajar, más que nunca ya que son pocas las puertas que te encuentras en el camino.
La vida no fue fácil, es más nunca estuvo más en peligro la vida que en aquellos años. Pero esta generación sufre de la escasez, de puertas cerradas y caminos cada vez más cuesta arriba aunque un brillo siempre da pie a la esperanza. Siempre, el ser humano, supo reponerse y está claro que esta generación se hará cerrajero para entrar en el paraiso.
Nunca podremos dejar de agradecer a todas las personas que lucharon ante la tiranía por ofrecernos un mundo mejor. Gracias.