miércoles, 18 de noviembre de 2015

Al servicio de la guerra

El mundo occidental, desarrollado, rico... vivió una jornada negra con los atentados en París. Lamentablemente no es una novedad un hecho como este ya que países como Reino Unido o España lo han sufrido, pero, ¿por qué ocurren estos hechos? La sociedad del primer mundo vive en una burbuja de consumo, nuevas tecnologías y estado del bienestar (cada vez más deteriorado por las políticas neoliberales) que les hace caminar sin mirar más allá de sus propias fronteras. No es la primera vez que se habla de guerras en África, Oriente o Asia. Terroristas confluyendo con dictadores o guerrillas matándose entre sí por ostentar el poder de un mísero trozo de tierra. Pero ¿qué hacemos en el primer mundo para solventarlo? Simplemente nada. Votamos cada cuatro años a Gobiernos que tienen establecidas unas políticas exteriores basadas en potenciar el enriquecimiento de industrias de varios tipos. La armamentística, petrolera o minera. Los Estados Unidos de América aprendieron rápido el valor de la guerra. Siempre agradecerán a Japón el bombardeo de Pearl Harbor ya que fue en ese mismo momento donde levantaron "cabeza" económicamente , activando la industria armamentística que generó empleo y consumo y el famoso Plan Marshall que inteligéntemente hicieron al país americano, en la primera potencia mundial. Por ello, siempre estarán detrás de cualquier conflicto. Pero no son los únicos "trenes", muchos países detrás quieren crecer al servicio de la guerra. Desean sumar a cosa de otros.

Los lobbys están al mando de cualquier Presidente del Gobierno por el mísero sustento del soborno. Puertas giratorias y retiradas de lujo a costa de la dignidad y la consciencia de la democracia. Esa democracia que defendemos como nuestra y que vendemos con facilidad, sumergidos en la ignorancia política. Siria, Irak, Afganistan, son solo negocios e impulsos económicos por los países occidentales que saben que ahí está su sustento. Somos capaces de ignorar toda la sangre vertida más allá de nuestras fronteras hasta que es la nuestra la que gotea ante nuestros ojos. Queramos o no, somos cómplices de lo que ocurre, del desorden e interés global que generamos y hacen nacer a grupos terroristas, que además financiamos indirectamente a través de nuestras propias empresas, y lo somos porque callamos en las elecciones, no somos capaces de gritar en las manifestaciones, exigir a nuestros gobernantes que democraticen decisiones que afectan a todos. Poner una bandera de Francia en una red social, no nos libera, nos señala. Por ello debemos reflexionar, ¿somos capaces de reorientar nuestro país, la UE, hacia la democratización global basado en los derechos humanos?, o ¿continuaremos llorando víctimas cercanas mientras nuestra democracia aplasta seres humanos inocentes por el simple interés de estar al servicio de la guerra?

Es simple, ¿somos demócratas o cómplices? 

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